Joyas, Lifestyle, Tendencias

Los deseos de febrero

En el mes del amor, un puñado de propuestas para disfrutar en pareja (o no).

La exposición

Cine y Moda. Por Jean Paul Gaultier es una de esas sorpresas fortuitas que, pasados los peores vestigios de la pandemia, es casi un milagro que recale en Madrid. Lo que originalmente se concibió como una muestra cronológica sobre la historia de la moda, contada por los archivos de la Cinemateca Francesa de París, ha acabado transformándose en una interesantísima visión personal de los constances cruces históricos entre el séptimo arte y los artistas que lo han vestido. El culpable de esta metamorfosis es Jean Paul Gaultier, que del 17 de febrero al 5 de junio trae al Caixaforum un idilio argumentado en 250 piezas que arrancan en la cinta Falbalas (Jacques Becker, 1945) para avanzar por iconos como Marilyn Monroe en Los caballeros las prefieren rubias, Brigitte Bardot en Y Dios creó a la mujer) o Victoria Abril en Kika, cuyo vestuario corrió a cargo del propio Gaultier en 1993.

Fotograma de Kika (1993), de Pedro Almodóvar.
Fotograma de Kika (1993), de Pedro Almodóvar.

El restaurante

El grupo Fayer sigue dejando su huella en Madrid. Después de enamorar con la parrilla argentino-israelí de su local original en Orfila 7, la cosa parecía ir a mejor con el Patio de Leones, el escondite del hotel One Shot en Fortuny donde Alejandro Pitashny y Martín Loebtomaban el relevo de Olivia Te Cuida. Pero si hay una propuesta interesante entre sus nuevas incorporaciones, esa es Golda. A medio camino entre cafetería y local para almorzar, sus baldosas amarillas con guiño sesentero y sus referencias al cine –ay, ese cartel de La mala educación– son un templo perfecto para una reunión informal, un rato a solas con un café (de cafetera Marzocco, con la garantía de Hola Coffee) o un almuerzo desenfadado para ponerse al día. Lo mejor: su pita Schnitel con pollo empanado (en Orellana, 19).

Golda Madrid
© Golda Madrid

La película

Aunque la película acabara siendo bautizada como El método Williams en España, lo que mejor la describe es su título original, King Richard. Es un dato clave por un motivo: este biopic sobre el ascenso de Venus y Serena Williams a la fama global del tenis ha sido producido por ambas deportistas y, por tanto, desde el minuto cero se entiende que su intención prioritaria era rendir tributo a su padre, Richard Williams, que dedicó –literalmente– su vida a auspiciar y promover el éxito de sus dos hijas. Interiorizado este detalle, la apasionante historia de dos niñas criadas en la ciudad californiana de Compton engancha a pesar de su longitud gracias al polivalente talento de Will Smith –la cinta está esculpida prácticamente a su medida– pero, sobre todo, al carisma de las dos actrices que encarnan a Venus y Serena, Saniyya Sidney y Demi Singleton.

King Richard El método Williams
King Richard | El método Williams

La serie

Frente al surrealismo excesivo y delirante de Soy Georgina (Netflix), la lidia coral con la madurez de And Just Like That o el duelo trágico de Kamikaze, HBO Max ha colado entre sus apuestas la gran sorpresa de Hacks, una comedia en la que se dan dos circunstancias extraordinarias: por un lado, una trama sobre el mundo de los clubs de comedia y el espectáculo que rara vez suelen ser brillantes y por otro, el encuentro entre dos actrices de generaciones distintas pero con una química pasmosa que conquista desde el primer capítulo. Jean Smart es Deborah Vance, una leyenda viva del humor que desde hace años repite noche tras noche su monólogo incisivo en un escenario de Las Vegas. El único problema es que a sus jefes –ambos hombres, cómo no– se les antoja a cuarto cerrado algunos de sus chistes y por ello, toman la decisión de enviarle ayuda. Todo sería normal si no fuera porque su salvadora, la guionista Ava Daniels (interpretada por Hannah Einbinder), acaba de ser ‘cancelada’ por un chiste desafortunado que publicó en Twitter y tiene tan pocas ganas de salvar a nadie como de hacerlo consigo misma. Esto genera una relación tan tensa como hilarante con personajes descacharrantes que azuzan su trama. Con episodios de apenas media hora y a punto de finalizar su primera temporada, se antoja como la apuesta más agradecida entre lo banal y lo trágico.

Hacks
Hacks

La compra

Han pasado más de 30 años de aquella reunión de amigos en Milán que daría forma y fondo a lo que hoy recordamos como el grupo Memphis. En diciembre de 190, un grupo formado por arquitectos como Ettore Sottsass, Marco Zanini o Aldo Cibic compartieron su hastío en torno a la escuela Bauhaus y el imperio de lo funcional en los hogares de Europa, así que pusieron su –poco desdeñable– granito de arena para trufar de color el gris bauhasiano. Vaya si lo consiguieron. Hoy, el grupo Memphis se ha convertido en uno de los reclamos del interiorismo y las piezas que lo invocan, como esta chaise longue de 1980, son reliquias de lo más cotizadas en el mercado de interiores. La aquí presente tiene estructura interior en madera y patas metálicas lacadas en negro, con dos piezas intercambiables que permiten diferentes configuraciones y usos, y está disponible en IKB 191.

IKB 191
© IKB 191

La lectura

El tópico poco recomendado de leer un libro por su portada es, en este caso, una tarea imposible. La novela Canto yo y la montaña baila, de Irene Solà (Canto jo i la muntanya balla en su título original) ofrece un título tan sonoro que muchos habrán llegado precisamente por el mismo hasta su adquisición, pero las páginas que le suceden no solo satisfacen las expectativas del primer vistazo más superficial, sino que las superan con creces en esta joya editada por Anagrama. La novela es un feroz ejercicio de imaginación vinculado a las leyendas catalanas, que nos obliga a reparar en nuestra conexión con la naturaleza –tan denostada actualmente– y en las raíces con aquello que seguirá aquí cuando nosotros nos hayamos ido. Todos los participantes en este paisaje de los Pirineos tienen voz, y lejos de sonar bisoño o pueril, se convierte en una reflexión casi obligatoria para replantearnos según qué cosas.

Canto yo y la montaña baila, de Irene Solà
Canto yo y la montaña baila, de Irene Solà

La escucha

A la espera de que Motomami (su tercer álbum de estudio) vea la luz el 18 de marzo, Rosalía adelanta con bujías y ritmos entretelados lo que viene en el sencillo Saoko, segundo después de esa bachata con The Weeknd a la que bautizó La Fama. Con videoclip producido por Division y dirigido por el francés Valentin Petit, la de Sant Esteve Sesrovires eleva el reguetón de Wisin y Daddy Yankee a una pieza entre la era más industrial de Kanye West y los ritmos distorsionados que ya avanzó en A Palé, aunque Saoko despegue hacia otros niveles. En sus dos minutos y 20 segundos, remezcla un cúmulo de alusiones a la cultura motera –presente en su grupo de divas con ropa ajustada, coletas de colores y una chulería hipnótica– y guiños a las Sex Siren de los ballrooms neoyorquinos, las joyas de Vivienne Westwood o el pelo de Kim Kardashian (Kim K cuando está blonde, bebé).

La escapada

Haitzalde es, probablemente, uno de los secretos mejor guardados de la costa vasca en lo que a hospedaje se refiere. Esta pequeña casa rural –aunque con líneas rectas y arquitectura austera– se esconde en un acantilado junto al pueblo de Mutriku, a medio camino entre Lekeitio y Zumaia. En sus habitaciones, una decoración neutral sustentan unos ventanales con vistas al mar Cantábrico difíciles de superar, y aunque se encuentra a menos de una hora del aeropuerto de San Sebastián, la desconexión será prácticamente instantánea.

© Mario Ximénez