70 aniversario de Fifty Fathoms en RABAT Magazine
Relojes

Blancpain Fifty-Fathoms, 70 años de la leyenda

Revisamos cómo se ha creado la leyenda de los icónicos relojes de buceo Fifty-Fathoms de Blancpain, con motivo de su 70 aniversario

Blancpain era, no hace tanto tiempo, una marca para iniciados; su nombre no te sonaba si no estabas en la afición. Y eso, para muchos era un valor añadido. Lo paradójico es que es la marca relojera más antigua que se haya podido documentar: su origen se remonta nada menos que a 1735, cuando Jehan-Jacques Blancpain aparece como relojero en los registros del municipio suizo de Villeret. Por si ese dato no fuera suficiente, la empresa permaneció en manos de los Blancpain durante casi 200 años.

Esto terminó con la repentina muerte de Frédéric-Emile Blancpain, en 1932. Dos de sus empleados más leales, Betty Fiechter y André Léal, compraron la empresa a su única hija, que no quiso continuarla, y Betty se convirtió en la primera mujer propietaria y a la vez directora ejecutiva (lo que ahora llamaríamos CEO) de una empresa relojera suiza de cierto calado. En ese momento, su especialidad no eran, desde luego, los relojes de buceo (segmento que sencillamente no existía), sino la producción de diminutos mecanismos para relojes femeninos que suministraba a otros fabricantes. Una anécdota: según la ley suiza, al no haber ningún miembro de la familia Blancpain en la empresa, ésta debía cambiar de nombre. Eligieron “Rayville S.A. Successeurs de Blancpain” (siendo “Rayville” un anagrama fonético de “Villeret”).

En el año 1950 se unió a la empresa el sobrino de Betty, Jean-Jacques, y tres años más tarde… pero empecemos por el principio. Es sólo una suposición, pero tal vez sea la lejanía del mar lo que hace que muchos suizos sean aficionados a los deportes acuáticos, como la navegación o la vela y, por tanto, sus logros olímpicos en esta disciplina. Es famosa la regata Bol d’Or en el lago Leman, con más de 500 embarcaciones participantes cada año. Después de la aparición en el mercado de los equipos de buceo autónomos (SCUBA, por las siglas en inglés de Self-Contained Underwater Breathing Apparatus, o «aparato autónomo de respiración subacuática», en una traducción libre) patentados por quien luego sería conocido como Comandante Cousteau, el buceo recreativo se convirtió en un deporte, si no de masas, sí bastante popular.  También entre los suizos, incluyendo a Jean-Jacques Fietcher.

Jean-Jacques Fiechter realizando ejericios de inmersión
Jean-Jacques Fiechter realizando ejericios de inmersión

Después de un incidente buceando en la costa de Francia, durante el que había perdido la noción del tiempo y casi se ahoga por la falta de aire en su botella, Fiechter pronto se dio cuenta de que, además de las máscaras, las aletas y las botellas de oxígeno, se necesitaba un dispositivo de cronometraje, un instrumento que pudiera indicar el tiempo de inmersión de un vistazo. Puede que visto desde la actualidad sea fácil decir «bueno, es tan sencillo como que el reloj sea estanco, tenga manecillas e índices luminiscentes y un bisel unidireccional para contar el tiempo con la minutera». Pero esto no era tan obvio en la época, por no hablar de los desafíos técnicos a superar, una vez identificadas esas necesidades específicas. Tal vez valga la comparación con proponer hoy un reloj -mecánico- para pasear por la superficie de Marte… “Era un mundo distinto”, en palabras del propio Fietcher.

La construcción de un instrumento bajo el mar

Es un axioma que si el buceo autónomo (en realidad, cualquier cosa) se había popularizado entre la población civil, los militares de todo el mundo le estarían buscando posibilidades estratégicas como arma o como nuevo escenario de lucha. La Marina francesa -y no sólo ella- acababa de crear su Cuerpo de Nadadores de Combate («Nageuers de combat»), y sus responsables también se habían dado cuenta de que necesitaban un instrumento para medir el tiempo (aparato más conocido como «reloj») durante sus inmersiones. Como buenos nacionales, se dirigieron primero a la industria relojera francesa. La marca Lip que por, una parte, estuvo encantada de suministrar al Ejército pero, por otra, no se tomó nada en serio el encargo, les proporcionó unos relojes decepcionantes, por decirlo suavemente. Pequeños, difíciles de leer bajo el agua y, lo peor, que «se ahogaban hasta la muerte» en palabras de Robert (Bob) Maloubier, el capitán al cargo -junto con el teniente Claude Riffaud- de equipar a sus submarinistas. Anecdóticamente, si bien Lip no se tomó en serio la petición de la Marina francesa por considerarlo “un reloj sin futuro” (SIC) acabó siendo el distribuidor en Francia, y se conservan ejemplares con la inscripción LIP Blancpain Fifty Fathoms. Fue precisamente Maloubier quien, a través de la compañía Spirotechnique, la empresa de recién fundada por Air Liquide para producir los reguladores de buceo co-inventados por Jacques Cousteau y proveedora a su vez del Ejército francés, se puso en contacto con Blancpain para explorar la posibilidad de fabricar los relojes que sus hombres necesitaban. Que Fietcher practicara el submarinismo y que a consecuencia de su propio incidente ya estuviera trabajando en semejante proyecto precipitó las cosas. De hecho, había estado probando un sistema de sellado para el fondo de la caja y una doble junta de corona que harían al reloj estanco a la entrada de agua, diseños para los que acabaría logrando sendas patentes, al igual que para el bisel unidireccional. Una anécdota a este respecto: Blancpain tuvo que ingeniárselas para hacer estanco el reloj sin roscar la corona a la caja porque ese elemento -la corona roscada- había sido patentado por Rolex años atrás. Pero a su vez la marca de la coronita tuvo que esperar hasta mediados de los años 80 del siglo XX -cuando caducó la patente de Blancpain- para poder hacer sus biseles unidireccionales.

Detalle del encargo del capitán Robert Maloudir de la Marina francesa
Detalle del encargo del capitán Robert Maloudir de la Marina francesa

Nace Fifty-Fathoms, 50 brazas de hermeticidad

Que Maloubier tuviera claro qué quería -había hecho sus propios dibujos y listado las características que el reloj necesitaba cumplir- no fue más importante que la capacidad de Fietcher para interpretar y entenderlo todo. En realidad, ya había creado -o por lo menos concebido- el primer reloj de buceo antes de que los franceses lo contactaran, y sólo hubo que añadir una sub-caja de hierro dulce para proteger al mecanismo de las radiaciones magnéticas emitidas por otros elementos del equipo de inmersión, como las brújulas. Por lo demás el reloj tenía agujas y marcadores horarios luminiscentes, un bisel giratorio seguro, un movimiento automático para reducir al mínimo la manipulación de la corona al no tener que darle cuerda regularmente y una perfecta impermeabilización. Un detalle adicional: como el uso iba a ser militar, se consideró importante el tema de la sincronización, de manera que el calibre disponía de parada de segundero al tirar de la corona (y aun así mantenía la estanqueidad gracias a su doble junta). Nacía la saga Fifty Fathoms, nombre que hace referencia a sus 50 brazas -91,44 m- de resistencia al agua. El éxito no se hizo esperar. Más allá de las unidades de buceo francesas, el Fifty Fathoms también fue adoptado, entre otras, por las fuerzas de combate israelíes, ¡españolas! alemanas y estadounidenses, aunque en este último caso no fue tan fácil: imperaba la política de “comprar norteamericano” y estaba claro que un reloj llamado Blancpain no iba a superar la prueba. El distribuidor estadounidense Allen V. Tornek ya había tenido la idea -junto con René Fietcher, hermano de Jean-Jacques- de crear la compañía Tornek-Rayville para tratar de evitar los altísimos aranceles con que el gobierno norteamericano gravaba las importaciones de relojes, renombrando así los ejemplares importados de Suiza (y no se sabe si sustituyendo los rubíes suizos por otros nacionales, tal como solicitaba la “Buy America Act”) para presentarlos al concurso. Ganaron, y los ejemplares MIL-SPEC (Por Military Specification) con su testigo de humedad en la parte baja de la esfera son los más buscados por los coleccionistas, ya que sólo se hicieron alrededor de 1000 unidades y la US Navy destruyó la mayoría al final de su -supuesta- vida útil. Nota: sí se sabe que no se usaron los rubíes americanos (que el pliego del concurso militar había metido expresamente para favorecer a Bulova -marca norteamericana-). La Buy America Act hablaba de “comprar”, no de “usar”, así que Tornek sencillamente compró esos rubíes y luego se deshizo de ellos.

«El futuro está bajo el agua», un artículo publicado por
Jean-Jacques Fiechter en la Gazette Littéraire (30-31 de julio
de 1955).
«El futuro está bajo el agua», un artículo publicado por Jean-Jacques Fiechter en la Gazette Littéraire (30-31 de julio de 1955).

Todos quieren ser como Cousteau

Pero el éxito no fue solo en el entorno militar. Jacques Cousteau y todo su equipo lucieron un Fifty Fathoms en el rodaje del premiado documental “El mundo del silencio (Silent World), también apareció en la portada de la edición de febrero de 1962 de la revista Skin Diver, en la muñeca del actor Lloyd Bridges, lo que dio al modelo una publicidad extraordinaria entre la ya no tan incipiente comunidad buceadora amateur. Si hoy en día los relojes Blancpain -y la inmensa mayoría de relojes, cabe decir- se venden en relojerías, joyerías o boutiques de la propia marca, hubo un tiempo en que el Fifty Fathoms y su ganada fama de instrumento se vendía… en tiendas especializadas en buceo. El propio Tornek (el importador americano mencionado más arriba) tenía un hijo aficionado al submarinismo, origen precisamente de su interés en la marca que acabaría distribuyendo. Y el empresario alemán Hans-Joachim Bergann, fundador y propietario de Barakuda, la mayor empresa de su tiempo (finales de los 1950) dedicada a suministros y servicios para el submarinismo recreativo llegó a encargar un modelo específico -con fecha- para sus tiendas, que ha sido reeditado por Blancpain recientemente y con ese mismo nombre. Entre 1953 y 1970 se produjeron hasta 20 modelos distintos de Fifty Fathoms. A principios de lo 60, y para responder a cierta ansiedad en la opinión pública acerca de la radioactividad, se produjeron los No-Radiations -con su ilustración bien visible en la mitad inferior de la esfera- anunciando que no contenían radio: se había sustituido por… tritio. Hubo una versión militar para la Marina alemana, suministrada precisamente a través de Barakuda.

el legendario equipo de
buzos de Jacques-Yves Cousteau llevó relojes Fifty Fathoms
de Blancpain durante el rodaje de la película galardonada
El mundo silencioso.
El legendario equipo de buzos de Jacques-Yves Cousteau llevó relojes Fifty Fathoms de Blancpain durante el rodaje de la película galardonada El mundo silencioso.

Blancpain renace como Alta Relojería

Se podría decir que en sus treinta años al frente de Blancpain -algunos compartidos con su tía Betty que, para su fortuna, falleció antes de ver el declive- Jean-Jacques Fietcher vivió lo mejor y lo peor del negocio. Si el éxito del Fifty Fathoms le hizo tocar el cielo a principios de los 50 del siglo pasado, los 70 trajeron nubes oscuras en forma de cuarzo que descargarían su devastación hacia finales de esa misma década. Lo mejor que le pudo pasar a Blancpain fue quedar “durmiente” después de que el grupo Societé Suisse pour l’Industrie Horlogère (SSIH) en el que se había integrado veinte años antes (junto a Omega, Tissot y Lemania) estuviera al borde mismo de la quiebra y acabara en manos de la Societé de Microelectronique et d’Horlogerie (SMH), la que más tarde sería conocida como Swatch Group, que en 1982 vendía el nombre, y solamente el nombre (a esas alturas no había nada más) por 23.000 francos suizos. Los compradores fueron Jacques Piguet, el dueño y director técnico de una manufactura relojera sin marca comercial que proveía de complicaciones a terceros, y Jean Claude Biver, un directivo de Omega que se incorporaría un año después. Empezaba una nueva era para Blancpain.

Los dos socios, lejos de ser unos principiantes o advenedizos, tenían muy clara la hoja de ruta. Eran tiempos adversos para la relojería tradicional, y mucho más para la Alta Relojería, pero fue precisamente por eso que apostaron por ellas. Piguet ponía la parte técnica con su manufactura, y Biver su creatividad y genio comercial para comunicar al mundo que habían vuelto. Siendo consecuentes -más que hoy en día- la Alta Relojería era lo más opuesto a los relojes -instrumento donde se encuadraba el Fifty Fathoms, de manera que éste quedó en los archivos (tal vez para siempre) mientras florecía la línea Villeret, relojes ultraplanos y con complicaciones, desde el calendario perpetuo a la sonería. El agua más cercana la verían en el vaso de alguna reunión de negocios… En cualquier caso, acertaron. Tanto, que diez años después, en 1992 y plena recuperación de la afición (y del mercado) por la relojería mecánica después del “desierto del cuarzo”, vendían la empresa -que contenía la manufactura de Piguet- al ya consolidado Grupo Swatch (que aún no se llamaba así pero ya estaba en manos de Nicolas Hayek), ansioso por dotarse de nombres ilustres. ¿El precio? Sesenta millones de francos. Biver volvía a casa, y seguiría dirigiendo Blancpain abriéndola ahora a nuevos caminos más allá de Villeret (lanzó una “trilogía” que incluía un FF GMT “vitaminado” con esfera blanca, pero que pasó sin pena ni gloria). Hasta que, en 2002, Marc A. Hayek, nieto de Nicolas, asumió la presidencia y dirección ejecutiva. Aficionado al buceo él mismo, no tardó en fijarse en esos archivos históricos y lo que contenían. Justo a tiempo, porque en 2003 se cumplían 50 años de la aparición del primer Fifty Fathoms.

Detalle de publicidad del modelo Fifty Fathoms de Blancpain
Detalle de publicidad del modelo Fifty Fathoms de Blancpain

El 50 aniversario Fifty-Fathoms: vuelve el éxito de los relojes deportivos

Así, se presentó el Blancpain Fifty Fathoms 50 Anniversary, en tres series de 50 ejemplares cada una: para Europa, Asia y los Estados Unidos, cada una de las series (I, II y III) especificada en la esfera, justo debajo de la leyenda “50th Anniversary». El reloj retomaba los elementos del modelo de 1953, como la esfera negra y los números e índices de gran tamaño, pero también lo adaptaba al siglo XXI. Así, la caja (40,3 mm) pasaba de las 50 brazas (Fathoms) a los 300 metros de hermeticidad, y su calibre de carga automática -el Piguet 1151- se equipaba con un doble barrilete que garantizaba una reserva de marcha de cuatro días. El bisel ya no tenía el insert de bakelita de la década de 1950, que se sustituía por uno de zafiro abombado a prueba de arañazos. El cristal ya no era de plexiglass sino igualmente de zafiro, aunque conservó la curvatura. Huelga decir que los 150 relojes se agotaron rápidamente en un mercado al que se le estaba enseñando a identificar relojes deportivos con relojes de lujo, algo en lo que ya habían sido pioneros Patek Philippe con su Nautilus o Audemars Piguet con el Royal Oak.

Blancpain respondió a la demanda en 2007 con el lanzamiento una segunda trilogía, ahora basada exclusivamente en el Fifty Fathoms y que iban a sentar las bases de lo que hoy es toda una colección. Los tres tenían cajas grandes, de 45 mm (los relojes de gran diámetro estaban en su apogeo, y todo el mundo se apuntaba a lo que coloquialmente se ha dado en llamar “paelleras”).  Si bien uno de ellos era casi fiel al reloj-instrumento, los otros dos presentaban complicaciones que nunca habían aparecido en un Fifty Fathoms que, hasta la fecha, y valga la redundancia, sólo había presentado disco de fecha. Y no sólo las complicaciones. El Fifty Fathoms Chronographe Flyback permitía que la función de cronógrafo pudiera ser activada bajo el agua sin problemas de estanqueidad, y el Fifty Fathoms Tourbillon, sin duda la versión más alejada del reloj militar que concibiera Fietcher junto con Maloubier casi 60 años antes, presentaba un tourbillon volante y, por primera vez en un Fifty Fathoms, un fondo transparente de zafiro. Esta trilogía, como ha quedado dicho, fue la base para generar una colección a partir de un único modelo. A destacar el 500 Fathoms de 2009 con su caja de titanio o acero con válvula de helio y sus 47 mm de diámetro. Hubo también una versión GMT.

X Fathoms, la versión extrema del 60 aniversario

Si al cumplir los 50 años había rejuvenecido, al llegar a los 60 engordó, aunque paradójicamente, si lo ponemos a escala humana, se hizo más profesional. En 2012, en vísperas de su 60 aniversario, el Fifty Fathoms se convirtió en el X Fathoms, X por «extremo». Estábamos en la exaltación de lo mecánico y el X Fathoms ofrecía un profundímetro mecánico capaz de medir profundidades de hasta 90 metros (cincuenta brazas, ¿recuerdan?), con una precisión de 30 centímetros entre 0 y 15 metros de profundidad, aunque su resistencia real es de 300. Caja de titanio de 55 mm de diámetro, equipada con válvula de descompresión de helio, membrana de metal amorfo en el fondo para el profundímetro, indicación de la profundidad en dos escalas, memoria de profundidad máxima con pulsador de puesta a cero protegido, contador retrógrado de 5 minutos… y un calibre mejorado con ¡tres! barriletes para una reserva de marcha de cinco días. El Fifty Fathoms no había perdido su condición de instrumento.

El minimalismo del Bathyscaphe

Y lo que llegó en 2013 no fue una edición 60 aniversario sino algo más sutil: como si Blancpain hubiera querido compensar la rotundidad de X Fathoms, presentó una versión minimalista bautizada Bathyscaphe, el nombre del submarino que Jacques Piccard utilizó, precisamente en 1953, para sus famosas inmersiones y que como modelo ya había existido en el catálogo de la marca como “skin-diver”. Eligiendo cuidadosamente los códigos estéticos Blancpain consigue un Fifty Fathoms que no es del todo un Fifty Fahoms pero que satisfará a una parte del público menos nostálgica, más actual. Además, y por primera vez, se podrá elegir un Fifty Fathoms con un diámetro de caja inferior a los 40mm, ya que se presenta en dos tamaños: 43 y 38mm. Por primera también, vez se usa -en el aro del bisel- “liquid metal”, una aleación de metal amorfo que combinado con el insert de cerámica mejora su resistencia al rayado. El calibre 1315 que lo equipa tiene espiral de silicio y una reserva de marcha de 120 horas. Después de este modelo “primigenio”, Bathyscaphe ha generado su propia subfamilia dentro de la colección Fifty Fathoms.

El auge de la tendencia vintage

Inmersos ya en la tendencia vintage que todavía dura, en 2019 se lanzó una reedición -limitada a 300 ejemplares- del Fifty Fathoms más próximo al original que usaron los “Nageurs de Combat” franceses al mando del Bob Maloubier, distinguibles externamente por la insignia de la unidad -autorizada expresamente por la Marina francesa- grabada en el fondo ciego, y especialmente por el número 7 visible en la esfera, debajo de la inscripción Fifty Fathoms, en la mitad inferior. Esa cifra, el 7, indica la profundidad máxima en metros a la que se puede bucear usando oxígeno puro, que los “Nageurs” usaban para no delatarse con las burbujas del aire expirado. También en ese año se presentó una reedición del “Barakuda”, el distribuidor alemán mencionado más arriba que encargó su propio FF en la década de los 60 pasada (aquí el nombre del modelo había regresado a la parte superior de la esfera). También edición limitada: 500 ejemplares. Tuve la oportunidad de asistir a la presentación:

Ya en 2021, podemos destacar una nueva serie limitada de la reedición del BUND No-Rad, el reloj encargado por la Marina alemana en 1960, a través de Barakuda, o el Bathyscaphe cronógrafo con caja de cerámica, esfera verde y un impresionante calibre F385 con función Flyback batiendo a 5 Herzios o, lo que es lo mismo, 36.000 alternancias por hora. Más allá del cronógrafo con fecha, en el Bathyscaphe se ha venido presentando una buena cantidad de complicaciones, que van desde el calendario anual (2018) a un calendario completo (día del mes, de la semana, el propio mes) con fases de luna, todo junto, que inevitablemente recuerda a sus primos de la familia Villeret.

Fifty Fathoms, edición Tech Gombessa, digna de un 70 aniversario

2023 vuelve a ser decena redonda, de manera que esta vez sí se ha presentado la edición 70 aniversario repitiendo la jugada del 50: esta vez serían 210 relojes repartidos en tres series de 70 para Europa, Asia y los Estados Unidos respectivamente, en un modelo que trata de conservar la esencia del reloj primigenio, aunque con los avances técnicos propios de nuestros tiempos (y volviendo a los 42mm). Pero Blancpain no se ha quedado ahí, y recuperando el efecto X de 2012, ha anunciado el FF Tech Gombessa, fruto de la colaboración de la marca con Gombessa Project, una fundación liderada por el biólogo y fotógrafo submarino Laurent Ballesta que trata de fotografiar -y proteger- a las criaturas marinas más elusivas. Marc A. Hayek, CEO de Blancpain es, como ya se ha dicho, un apasionado del buceo, algo que le acerca al pionero Jean Jacques Fietcher y que desde luego facilita la interacción con Ballesta: hace años que Blancpain patrocina las expediciones de Gombessa.

Una característica común de estas expediciones son los largos periodos que los buceadores pasan sumergidos a grandes profundidades, lo que presenta un campo de pruebas ideal para una marca como Blancpain. Ballesta y su equipo estuvieron probando cuatro prototipos del Fifty Fathoms Tech durante 2019 (expedición Gombessa V) y 2021 (Gombessa VI). En consecuencia, la edición Tech Gombessa es el primer reloj de buceo capaz de medir inmersiones y salidas de inmersión de saturación de hasta tres horas de duración. La innovadora escala de tres horas de su bisel (a diferencia de la escala tradicional de 60 minutos) está vinculada a una manecilla especial que completa una rotación completa alrededor de la esfera en ese mismo intervalo. El bisel, al igual que los de 60 minutos, puede resincronizarse con la minutera en cualquier momento simplemente girándolo. Este sistema patentado se incorpora al nuevo calibre 13P8 de Blancpain, un movimiento automático que ofrece una reserva de marcha de 120 horas y un alto grado de protección antimagnética. La caja de 47 mm está hecha de titanio de grado 23, superior al habitual grado 5, y es resistente al agua hasta 300 metros, con una corona atornillada y una válvula de liberación de helio, y asas con una prolongación en su centro donde integrar la correa de caucho. De acuerdo, son 47 mm de diámetro por 15 de alto, pero volvemos a hablar de un reloj-instrumento que, además, está pensado para ir sobre una manga de neopreno. Estará disponible hacia finales de este 2023.

¡Y sólo estamos en la mitad del año!