Como todas las historias de amor, la de los anillos de compromiso también es mágica. La tradición de regalar esta pieza para afianzar lazos entre dos enamorados viene de la antigua Roma —fueron ellos los que denominaron “vena amoris” a la vena que conecta nuestro dedo anular con el corazón— y llega hasta una de nuestras parejas preferidas, la que forman Pepe Barroso Silva y Gara Arias, que nos muestran los anillos de compromiso y las joyas perfectas para regalar este San Valentín. Pero entre la relación de estos dos modelos y los enlaces de los romanos hay mucho oro y diamantes de por medio, testigos privilegiados de un sinfín de flechazos.

El papa Nicolás I oficializó el anillo (entonces solo de oro) como símbolo de compromiso entre la pareja; y el archiduque Maximiliano de Austria fue el primero en incluir diamantes en la pieza con la que pidió matrimonio a María de Borgoña en 1477. Un adelantado a su tiempo, ya que hasta el siglo XVIII no se afianzó la tradición de añadir esta piedra preciosa: el motivo fue la Revolución Industrial, gracias a la que se perfeccionaron los trabajos de joyería. Durante este proceso de transformación económica, tecnológica y social también se inventó la prensa de cacao y se impulsó la imprenta. Y así la festividad de San Valentín encontró en las joyas, los bombones y las tarjetas de felicitación su mejor representación.

Después el matrimonio entre la reina Victoria de Inglaterra y el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha afianzó la alianza entre los diamantes y el amor. Al mismo tiempo que la reina subió al trono, se descubrieron nuevos yacimientos de piedras preciosas, que se convirtieron en una opción algo más accesible para las parejas que deseaban celebrar con una joya su compromiso.
Enseguida llegó a Estados Unidos el furor por los diamantes, pero en la primera mitad del siglo XX, debido a las dos guerras mundiales, estas piezas empezaron a tener menos popularidad. Hasta que, en 1948, una campaña de publicidad lanzó el eslogan “un diamante es para toda la vida”, con el fin de que las parejas de enamorados recuperasen esta mágica tradición. Funcionó —el claim ha pasado de generación en generación— y desde entonces los diamantes unen el dedo anular con el corazón gracias a dos tipos de anillos: las alianzas en carril, con diamantes talla brillante rodeando la circunferencia, o los solitarios, una banda de oro con un diamante (talla brillante, cushion, pera, esmeralda…) engastado en cuatro o seis garras. Ambos diseños son los preferidos de las pedidas de mano y están presentes en las colecciones Always U y Amor infinito, de RABAT, con las que la firma reivindica el amor para siempre.
En la última historia de amor de RABAT, Gara Arias posa junto a su pareja, Pepe Barroso, al que conoció mientras trabajaba, y desde entonces nunca más se separaron. Juntos nos muestran su unión y algunas de las piezas de las colecciones de RABAT Bridal, que unen la experiencia artesanal de la firma (con casi medio siglo de vida), así como la impecable selección de materiales y diseños, para regalar este San Valentín.
“Es un momento muy íntimo de la pareja, pero sobre todo muy mágico”, así se refiere Gara al momento de la pedida, llevando un solitario de oro blanco y talla brillante, como este modelo de la colección Always U, compuesto por una corona de diamantes y un diamante central con cuatro garras en forma de U para que este brille en todo su esplendor.

Además del solitario, la pieza más demanda en las pedidas, Gara lleva a juego dos pulseras riviere —una de ellas en rodio negro— un collar de diamantes y unos pendientes dormilonas con diamantes y oro blanco. Piezas con las que RABAT no solo celebra el amor, sino la magia de los momentos únicos que permanecerán en nuestra memoria y nuestro joyero toda la vida.