Gerald Genta y el nacimiento del Patek Philippe Nautilus

28 Oct 2024

POR Anton Vallverdú

A petición de Phillippe Patek en 1976, Gerald Genta diseñó una pieza excepcional, todavía hoy considerada un referente. Al igual que el Royal Oak, también se inspiró en el mundo náutico, pero esta vez tomado de las ventanillas de los barcos transatlánticos. El reloj recibió el nombre de Nautilus en homenaje al submarino del Capitán Nemo en la novela de Julio Verne “20.000 leguas de viaje submarino”.

Si pensamos en relojes de acero que por su precio puedan considerarse de lujo, seguro que nos vienen a la cabeza unos cuantos. Si de estos elegimos los que llevan años siendo una referencia estética manteniendo unas líneas perfectamente reconocibles (al estilo de los Porsche 911) reduciremos la lista.

Pero cuando se trata de ser disruptivo aplicando códigos estético-constructivos en una combinación nunca vista llegamos a dos nombres: el Royal Oak de Audemars Piguet y el Nautilus de Patek Philippe.

Audemars Piguet Royal Oak Vs. Patek Philippe Nautilus

Siguiendo con la reducción nos quedaremos con un ganador si aplicamos la coherencia: ambos son modelos deportivos, ambos son grandes (de hecho, muy grandes) para la época en que aparecieron, la década de los 70 del siglo pasado. Los dos fueron diseñados por ese genio del diseño relojero llamado Gerald Genta y los dos salieron al mercado con precios «escandalosamente» altos en un momento en que la relojería suiza estaba encarando lo peor de la llamada crisis del cuarzo.

La coherencia a la que me refiero es a la aportada por Philippe Stern, a la sazón presidente de Patek Philippe y consumado regatista: la forma de escotilla u ojo de buey del Nautilus es decididamente náutico-deportiva y su nombre (del griego ναυτίλος, «marinero») evoca aventura, ya sea en forma de cefalópodo exótico o de submarino de novela. Ya tenemos ganador.

Los orígenes “mitológicos” del Patek Philippe Nautilus

A pesar de que los dictados de la moda en aquel momento imponían relojes de oro de dimensiones más estilizadas, el Nautilus Ref. 3700/1A era una pieza de gran volumen (42mm de diámetro) aunque delgada gracias a su calibre JLC 920, que Patek renombró a 28-255C (28 mm de diámetro, 2,55 de grosor. C de calendario), y fabricada en acero. Además, era sumergible hasta 120 metros, toda una novedad en aquel momento gracias a una caja de dos piezas: el fondo y las asas (un «monocasco») y el bisel que se fijaba a él con cuatro tornillos a través de las «orejas» a lado y lado. Un desafío este, el de conseguir semejante estanqueidad con ese sistema, que se reveló arduo de resolver y que encareció el proceso de producción y ensamblaje, justificando así -si es que hiciera falta- parte de su elevado precio.

Se ha hablado mucho de cómo fue la génesis del modelo entre diseñador y Manufactura, y quién fue detrás de quién para materializarlo. Esta es la historia contada por el propio Genta: durante la feria de Baselworld de 1972, en el restaurante del hotel Ambassador, Genta vio a los Stern (Henri, el padre, y Philippe, el hijo que ya dirigía la empresa) junto a dos personas de su equipo técnico discutiendo algo. Viéndolos imaginó qué clase de reloj podría ofrecerles, y -según él- garabateó lo que acabaría siendo el Nautilus en una servilleta (¡la servilleta! elemento básico de cualquier historia que deviene mítica) y esperó su oportunidad para acercase a la mesa de los Stern.

Esa oportunidad no llegó, y Genta se fue a casa con su dibujo. Ahí lo perfeccionó… y lo dejó en un cajón junto con otras ideas todavía sin cliente. Si no fuera porque lo he leído de palabras del propio diseñador, no me atrevería a publicar esto: El Nautilus es el Nautilus y está producido por Patek Philippe porque… Piaget rechazó el diseño. En efecto, pocos meses después de esa coincidencia en el Ambassador Piaget solicitó a Genta un reloj deportivo para ser equipado con uno de sus ya famosos calibres automáticos extraplanos. Genta no se lo pensó dos veces y les envió su aparcado diseño de la servilleta. Un año más tarde recibió una amable carta de respuesta donde más o menos se le decía que Piaget no estaba interesada en producir relojes de acero. Finalmente, en la feria de Basilea de 1974 se produce el esperado encuentro Genta-Stern por mediación del agente de Patek Philppe para los países árabes, y el resto es historia.

Un inicio decepcionante…

Cabe decir que -como con el Royal Oak- la respuesta del público fue muy tibia. De hecho, Genta había pactado un royalty de 300 francos suizos por cada reloj vendido en los tres primeros años desde su salida al mercado (1976), y dejó escrito que fue una pequeña decepción porque se vendieron muy pocos. Su diseño poco ortodoxo y su alto precio para ser un reloj de acero desafiaban las convenciones, y sólo llamaron la atención de algunos visionarios: los Nautilus 3700/1A «Jumbo» que circulan actualmente por el mercado de segunda mano alcanzan precios estratosféricos. Tal vez aquí aplicaría aquel viejo dicho: «una vez visto, todo el mundo es listo».

Fuente: Gerald Genta Heritage
Fuente: Gerald Genta Heritage

Lejos de querer esconder el fenómeno, Patek Philippe desafió su tiempo con slogans tan provocadores como “Uno de los relojes más caros del mundo está hecho de acero” o “Combina igual de bien con un traje de buceo que con un esmoquin” y, aunque especialmente este último podría apropiárselo más de un modelo/marca, lo cierto es que Patek fue el primero. No todo queda en el ya clásico «Un Patek nunca es del todo suyo… etc».

El 3700 estuvo en catálogo hasta 1990, nada menos que 14 años, aunque la familia Nautilus había seguido creciendo: Entre las principales novedades se incluyó el Nautilus referencia 4700/51J de señora (1980) y los modelos de tamaño medio referencias 3800/1 y 3900/1 (1981). En 1996 se lanzaron los modelos con numeración romana (referencia 3800/1JA) y el primer modelo con correa de piel que sería el precursor de la llegada en 1997 del modelo Aquanaut.

Cronología de un reloj que he hecho historia.

En 2005 el Nautilus 3712/1A establece un puente natural con la esencia de la marca, orgullosa de su capacidad de producir complicaciones: gracias al ahora mítico calibre 240 y su micro-rotor, el nuevo reloj -que conservaba la caja de tamaño original, añadía a la función «solo tempo» una indicación de reserva de marcha, un fechador por aguja y una indicación de fases lunares. He dicho caja «de tamaño original», y así era, pero la caja en sí sufrió una importante modificación -casi inapreciable a la vista- al pasar a estar conformada por tres en lugar de dos piezas, lo que le permitirá añadir un fondo transparente de zafiro manteniendo la estanqueidad original de 12 bares.

En 2006, para celebrar su trigésimo aniversario, se produce una pequeña revolución y Patek sustituye todas las referencias por nuevos modelos, siendo lo más significativo que las nuevas referencias cambian su primera cifra (un 3) por un 5. Así, el recién mencionado 3712 -considerado por los expertos como una «prueba de concepto»- pasará a llamarse 5712, haciendo la “magia” de que la producción de ese año entre 2005 y 2006 y con la referencia «3» entrará automáticamente en la categoría de «grial». En esta categoría entre también el 3711, solo hora de 42mm que había regresado quince años después de sacar del catálogo el 3700 primigenio: después de sólo un año en producción se renombró a… 5711/1A (A de acier/acero).

Patek Philippe
Patek Philippe

Diez años después, en 2016, se celebra el 40 aniversario del nacimiento del primer Nautilus, y para entonces ya estaba desatada la locura por hacerse con uno. De hecho, Patek Philippe aplicó una de las mayores subidas de tarifa jamás conocida para un reloj de acero (que no depende de la fluctuación del mercado del oro): un 20% de una sola tacada. No está muy claro qué perseguía (más allá de incrementar su propio margen) pero el mercado secundario, lejos de enfriarse, lo absorbió sin mayor problema.

Obviamente, el 40 aniversario no se celebró sólo con la subida de precios. Se lanzaron dos series limitadas.

Una en platino (5711/1P) de 700 unidades numeradas individualmente y que trajo cierto revuelo porque se apartaba del concepto «deportivo» (todo lo que pueda serlo un Nautilus) ya que aparte del material de la caja y brazalete, los índices -sobre la esfera de oro- eran diamantes talla baguette. Y no uno, si no hasta los 12 que conforman los diferentes puntos horarios (dos a las doce, ninguno a las tres). De la inscripción conmemorativa a las seis sólo diré que algunos la compararon con la de una lápida…  700 puede parecer una cifra escasa, y de hecho lo es, pero uno todavía puede encontrarlos en cierto portal a un precio que multiplica por entre cuatro y cinco veces el original de 100.000 francos suizos.

La otra edición (1.300 unidades) fue la referencia 5976/1G en oro blanco. Y no fue elegida al azar: el peculiar mecanismo cronográfico CH 28-520 C concebido, desarrollado y obviamente construido por la propia Patek se había presentado en esta misma colección precisamente diez años antes para conmemorar los 30 años del Nautilus. En Patek nada ocurre por casualidad.

¿Ha llegado el final?

Como tampoco fue casualidad en 2021 el anuncio de Thierry Stern, cuarta generación Stern al mando de la Manufactura, que dejó al mundo relojero helado: nada más y nada menos que la «discontinuación» (¿se puede decir así?) del 5711/1A, el modelo de más éxito y más codiciado de la histórica marca, con las listas de espera más largas de la historia (a lo que contribuía que sólo llegaran entre dos y cuatro piezas al año a cada distribuidor, hay que añadir). No, no se había vuelto loco. En sus propias palabras, «nadie en su sano juicio sacaría de catálogo su best-seller sin tener preparado un buen recambio».

Puede que ese «buen recambio» no sea muy imaginativo, pero desde luego fue muy efectivo: el 5711 abandonaba -nunca se sabe si temporal o definitivamente- la denominación /1A (acero) para adoptar la 1/G de oro blanco. a partir de ahora, quien quiera un Nautilus «deportivo» deberá, además de hacer los méritos pertinentes, desembolsar los más de 70.000 € que cuesta actualmente en catálogo. Por no hablar del tremendo incremento experimentado por los últimos aceros «in the wild». Para todo lo demás, el mercado de pre-owned.

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