Hay joyas que brillan, y luego están las que trascienden el brillo para convertirse en una forma de arte. Este es el caso de las piezas de la colección RABAT Red Carpet, un territorio en el que los diamantes más exclusivos se encuentran con un impecable trabajo artesanal. Detrás de cada creación hay muchas horas de trabajo manual, en las que los artesanos de RABAT ajustan cada engaste al milímetro, puliendo la superficie hasta lograr una textura que atrape la luz sin retenerla. No hay espacio para el error, pero sí para la emoción: cada joya es una combinación de precisión y alma que ya ha acompañado a grandes protagonistas de la alfombra roja, como Eugenia Silva y Macarena García, en eventos nacionales e internacionales.

Fiel a un un equilibrio entre tradición y modernidad, RABAT Red Carpet incorpora a la familia seis nuevas piezas —dos collares, dos pulseras y dos anillos— que, aunque concebidas de manera individual, dialogan entre sí gracias a su diseño: son joyas que no buscan seguir una tendencia, sino perpetuar una tradición, ya que han sido creadas para durar pero, sobre todo, para ser recordadas.
Dos tallas icónicas son las protagonistas de este lanzamiento: la esmeralda y la oval. Dos visiones del brillo que revelan personalidades distintas del diamante, pero que comparten la misma búsqueda de la perfección bajo los procesos más exigentes: en todas sus colecciones, RABAT sigue la certificación GIA, emitida por el instituto gemológico más reconocido internacionalmente.



Las piezas en talla esmeralda —un collar, una pulsera y un anillo— son una oda a la claridad. Este corte, de líneas rectas y facetas escalonadas, exige una precisión casi quirúrgica, ya que cualquier imperfección se revela ante la transparencia del cristal. Su perfil rectangular, con esquinas truncadas, encarna la elegancia arquitectónica de los años 20, una estética cargada de glamour y sofisticación.
Las tres piezas en talla oval —un collar, una pulsera y un anillo— despliegan una energía más fluida, más vital. Derivada del corte brillante tradicional, la forma elíptica de esta talla juega con la luz de un modo hipnótico: su proporción entre largo y ancho multiplica la reflexión interna y da lugar a un fuego vibrante. En cada curva late el dinamismo de una joya que vive en movimiento, que acompaña cada gesto con un resplandor cambiante.
Como todas las piezas de RABAT, estas joyas se conciben como una obra única, elaborada a mano desde el primer boceto hasta el último pulido. No hay dos diamantes iguales ni dos engastes idénticos. El proceso comienza con una rigurosa clasificación gemológica en la que se valoran los cuatro criterios esenciales —color, pureza, talla y peso— junto con otros factores como la simetría óptica, el pulido y la fluorescencia. Solo una fracción mínima de los diamantes naturales cumple con los estándares de la casa y aquellos que lo logran son transformados en piezas que trascienden la joyería para convertirse en legado. Porque RABAT sigue apostando por la belleza que resiste el tiempo, por la luz que no se apaga y por la emoción que nace de una joya.
